La Malinche (Matlalcueye)

La diosa de la falda azul

Altitud: 4430 m/nm
Ubicación: φ 19° 13´ 49.0” - λ 98° 01´ 54.5” (cima)
Arqueología: 22 sitios registrados
Entidad: Puebla y Tlaxcala
Decreto: 6 de octubre de 1938, como parque nacional
Superficie: 45711 hectáreas

Matlalcueye, la diosa de la falda azul, también conocida como Malintzin, la doncella o Sierra de Tlaxcala, pero el denominativo común es La Malinche. La montaña es un cono volcánico perfectamente aislado, único en el paisaje del Altiplano, esto la hizo objeto de una lógica ritual compleja, en la que se sumaron factores ambientales como los matices cromáticos que van del azul al verde según la distancia en que se aprecia; además de sus cualidades hidráulicas con manantiales y nublados con lluvias; amén de su ubicación por ser punto de referencia para la observación del movimiento aparente del Sol desde los centros ceremoniales de su alrededor. Todos estos elementos y algunos más que sin duda escapan de nuestra capacidad, le hicieron una eminencia única. No son ociosas entonces las referencias que desde la antigüedad se hacen de la devoción que tenían los indígenas a la montaña, véanse: la Monarquía indiana de fray Juan de Torquemada; la Historia eclesiástica indiana de fray Jerónimo de Mendieta; la Historia de Tlaxcala, de Muñoz Camargo; la Historia de los indios de la Nueva España de fray Toribio Motolinia, la Breve relación de los dioses y ritos de la gentilidad de Pedro Ponce, la Historia antigua de México de Francisco Xavier Clavijero y los Anales del barrio de San Juan, entre otros documentos. La primera referencia arqueológica de la montaña la hace el viajero francés Dupaix en 1807.

Cuatro temporadas destacan en la montaña. La primera en 1994, cuando se localizó el sitio de la precumbre a 4390 m/nm al que Arturo Montero denominó Malintzin (MA-01) una segunda, con la excavación que de este sitio (MA-01) y del Tlalocan (MA-13) hizo Sergio Suárez en el año 2001; posteriormente en agosto de 2002, Montero y colaboradores realizaron una intensa y extensa prospección registrando diez sitios más; recientemente a partir de 2005 y hasta el presente, en diversas incursiones apoyadas por la Mesoamerican Research Foundation se han registrado 9 sitios más.



Video de 26 min. sobre el patrimonio cultural y natural del volcán La Malinche o Matlalcueye,
presentado por el Colegio de Antropología Social de la Benemérita Universiadad Autónoma de Puebla (BUAP),
realizado por los doctores Fracisco Castro y Arturo Montero en el año 2006.

Geología

La Matlalcueye de 4430 m/nm es un cono volcánico perfectamente aislado, único en el paisaje de nuestra área de interés. Se considera surgió hace 25 millones de años en el periodo Oligo–Miocénico, su estructura volcánica se caracteriza por materiales piro–fragmentados de brecha y aglomerados volcánicos empacados por gravilla, arena y piedra pómez, además de coladas del tipo basáltico andesítico, marcando una diferenciación magmática en el proceso de formación. Actualmente, tiene un avanzado deterioro por efecto de los agentes meteóricos, originando depósitos de arenas y limos y en menor proporción arcillas proluviales. Un evento volcánico superior cubre la antigua morfología de rocas plegadas del Mesozoico, afectada por fallas normales que conforman pilares y fosas estructurales.

Investigaciones recientes han demostrado que 1000 a. C. sucedió un evento eruptivo, lo cual sin duda debió afectar a los pobladores de la región. Cuenta con varios conos secundarios que se encuentran situados al pie del volcán y que corresponden a diferentes periodos. En la cima sur se presentan las eminencias llamadas Xaltonalli, arenal del sol, la Tetilla, y Octlayo, todos son picachos secundarios. Por el rumbo oriental se encuentra la profunda cañada de Axaltzintle para otros de San Juan, que llega hasta el corazón de la montaña y que parece ser el vestigio del verdadero cráter.

Arqueología

Sin duda alguna, el axis mundi de las comarcas alrededor de La Malinche para la petición de lluvias era el ayauhcalli que esta eminencia tenía en su cumbre, y que hemos registrado como La Malitzi 1 (MA-01), el cual posiblemente estaba también articulado con los emplazamientos de La Cúspide (MA-14) y Cañada de San Juan (MA-02). Posiblemente el templo que existía en la cumbre estaba dedicado a la diosa Chalchiuhtlicue, ella tenía a su cuidado las aguas que corren o se estancan en la tierra, los tlaxcaltecas la llamaron Matlalcueye, que en sí, es el nombre de la montaña. Son pocos los paisajes del Altiplano que tienen una asociación tan detallada con una deidad. Fray Toribio de Benavente escribe que subían a inicios del mes de marzo de cada año, y que cada cuatro celebraban una solemnidad mayor. Imaginemos la parafernalia que estas celebraciones significaron por las descripciones de fray Martín de Valencia, fray Juan de Torquemada, fray Jerónimo de Mendieta y Muñoz Camargo, por citar los más conocidos. Debió ser todo un acontecimiento litúrgico que se expresaba en ascensiones multitudinarias que se repetían cíclicamente a través de los años, el comportamiento colectivo obedecía a una lógica ritual que marcaba lugares determinados para el culto.

Los sitios arqueológicos desde la ladera norte.

Los sitios arqueológicos desde la ladera norte.

Consideremos de nueva cuenta el ayauhcalli de la cima, debió de ser prominente: su altura, su dominio del paisaje y la amplia planicie en donde lo ubicaron le hicieron propicio para celebraciones extraordinarias; alrededor del adoratorio se ordenó el espacio de la cumbre apoyándose en combinaciones específicas de su ritual, relegando la cima (MA-02) u otros espacios para depositar ofrendas. Además, pudieron existir santuarios satélites en espacios significativos como una posibilidad que escapaba o consentía la visual totalizadora del culto oficial, como podría ser la Cueva de Texcalco (MA-09) o el cerro Tlachichihuatzi (MA-04). El grueso del registro arqueológico nos permite restaurar las rutas procesionales que conducían al adoratorio de la cumbre desde distintas comarcas alrededor de la montaña.

Hipótesis de las rutas de ascenso prehispánicas a La Malinche

Hipótesis de las rutas de ascenso prehispánicas a La Malinche, ortofoto georeferenciada,
retícula de 1000 metros en coordenadas UTM.

El rastro de los caminos procesionales resalta la importancia del sitio MA-12, como la antesala del ayauhcalli de la Matlalcueye (MA-01), en este lugar se imponía una diferenciación teológica entre los participantes, se imponía una demarcación del espacio que permitía exaltar la diferenciación social a través de lugares y puntos importantes a los que se tenía acceso. Los documentos de fray Toribio de Benavente y Clavijero sustentan esta propuesta:

… y luego iban todos a una gran sierra que está de esta ciudad cuatro leguas, y las dos de una trabajosa subida, y en lo alto, un poco antes de llegar a la cumbre, quedábanse allí todos orando, y el viejo subía arriba, donde estaba el templo de la diosa Matlaluege, y ofrecían allí unas piedras, que eran como género de esmeraldas, y plumas verdes grandes, de que se hacen buenos plumajes, y ofrecía mucho papel e incienso de la tierra, rogando por aquella ofrenda al señor su dios y a la diosa su mujer… Fray Toribio de Benavente (1967, Tratado i, capítulo x).

… subida con todos los que se hallaban animados a la penitencia, que solían ser más de 200, al altísimo monte Matlacueye, en cuya cumbre había un santuario dedicado a la diosa del agua. El achcauhtli subía hasta la cumbre a hacer su oblación de piedras preciosas, de plumas bellas y de copal, y los demás quedaban a la mitad de la subida en oración, pidiendo a su dios fuerzas y aliento para la penitencia… Francisco Xavier Clavijero (1987: 176-177).

Años de persecución eclesiástica durante el virreinato, erosión, olvido y vandalismo han erradicado el templo de la Matlalcueye en la cima, ahora la cita de Dupaix “… llegue a la cumbre… aquí ruinas, pirámides, murallones y otros objetos pintorescos” más parece un reproche por lo perdido y nos anima tan sólo a imaginar aquello que se ha borrado.

La diosa Matlalcueye se materializó en una montaña, sus atributos de divinidad y feminidad fueron exaltados en la geografía, y permanecen a través de los tiempos transformados por las relaciones sociales en virtud de la dinámica de los proceso de poder, negociación, conflicto y cooperación. Desde esta perspectiva, entendemos el tránsito de la Matlalcueye a la Virgen de Guadalupe.

A mediados del siglo XVI, a pesar de los esfuerzos de los evangelizadores contra la idolatría, el culto a la Matlalcueye continuó desde lugares tan distantes como el valle de Toluca y alrededores según entendemos en la Breve relación de los dioses y ritos de la gentilidad de Pedro Ponce. Para el siglo xvii el culto de reemplazo se consumó según consta en los Anales del Barrio de San Juan del Río de 1653 (Gómez, Salazar, et. al., 2000):

En el mismo año subió (esto es se colocó)
nuestra amada, venerada
Madre de Guadalupe sobre el
cerro de esta tierra de Tlaxcaltecaz:
tiempo de aguas era cuando subió.

Y como no será Nuestra Señora de Guadalupe, si fray Servando Teresa de Mier en su Sermón Guadalupano de 1794 nos ilustra este proceso:

Que ésta fuese la misma pintura de nuestra Señora de Guadalupe se prueba de los otros dos nombres que los historiadores dan a aquella alegoría diosa Teonantzin, que son Matlalcueye y Chalchiutlicue. Matlalcueye es lo mismo: que su vestido es de azul, que verdea, tal es el manto de nuestra Señora. Chalchiutlicue, nombre que los tlaxcaltecas dan todavía a nuestra Señora de Guadalupe, cuya enagua es de piedras preciosas antonomásticamente diamante, por la túnica blanca floreada de oro y algunos esmaltes de nácar.

También en su carta de despedida a los mexicanos de 1821:

… la otra se la hacían en Tepeyácac el día del solsticio hiberno a otro día de Santo Tomás apóstol, y le ofrecían flores e imágenes que hacían de la que allí veneraban con el nombre de Tzenteotinántzin, que quiere decir, madre del verdadero Dios, o Tonántzin nuestra Señora y Madre, porque decían que esta virgen madre de su Dios era madre de todas las gentes del Anáhuac que ahora llamamos Nueva España. Su figura era la de una niña con una túnica blanca ceñida y resplandeciente, a quien por eso llamaban también Chalchihuitlicue, con un manto azul verde-mar, Matlalcueye, tachonado de estrellas Citlacúi.

De los diez sitios de la prospección del año 2002 destaca la Cueva de Texcalco (MA-09), que es el sitio más importante de la ladera poniente. Se alza a 4185 m/nm, en su interior encontramos cerámica moderna vidriada sellada en forma de círculos color naranja, cerámica prehispánica, la parte de un chimalli o rodela de cerámica decorada con chapopote, restos de figurillas y orejeras.

Otro espacio relevante corresponde al sitio Tlachichihuatzi 1 (MA-04), a 200m al sur de la cima del prominente cerro Tlachichihuatzi a 4050m/nm sobre la arista que divide los flancos oriente y poniente de la montaña. La cerámica y la obsidiana se distribuyen al poniente, por debajo de un cantil, del cual se desprenden los drenajes de un manantial casi extinto. La cerámica decorada en color azul es por demás sugestiva y única, al momento no podemos apuntar procedencia ni periodo hasta culminar su análisis; en el flanco oriente destaca la presencia de al menos cuatro xicalli. Acaso el nombre del cerro será una corrupción de la palabra náhuatl tlachichiualtin, que significa ídolos labrados y aderezados y así nos refiera a su importancia religiosa.

Los demás sitios registrados en esa temporada parecen conformar diversas rutas procesionales a la cumbre.

La importancia ritual de la montaña ha quedado manifiesta en diferentes relaciones históricas que parten de los primeros momentos del Virreinato. Iniciaré con fray Juan de Torquemada que en su obra Monarquía Indiana, en el Capítulo XXIII del Libro VI, nos refiere sobre la veneración a la montaña:

Esta sierra fue en el tiempo de su gentilidad de grandísima veneración, y en ella adoraban a la diosa Chalchihuitlycue, aunque los tlaxcaltecas la llamaron Matlalcueye, que quiere decir vestida o ceñida de un faldellín, o nahuas azules, de color de la flor de matlalin; tiene dos leguas de subida y está cercada la montaña toda de pinos y encinas, hasta más de la mitad; luego descubre el cuello pelado de la montaña, aunque muy herboso; y en lo alto hace a manera de cabeza pelada o peñascosa, y llamase de esta manera porque la montaña que la ciñe y rodea hace vistos azules de lejos a los que la miran, y los más de los años toma nieve, la cual en pocas sierras de esta Nueva España se causa por ser muy templada. Es esta sierra redonda bojea más de quince leguas; por esta causa y por armarse en ella todos los aguaceros que riegan a Tlaxcalla y sus comarcas la tuvieron por lugar sagrado, y a Chalchihuitlycue o Matlalcueye por diosa de ella, y por la misma razón tenían aquí los indios grande adoración e idolatría; a la cual venía gente de sus alderredores a pedir agua, cuando alguna vez les faltaba, ofreciendo grandes ofrendas y sacrificios. Llamaron a esta diosa Matlacueye, que quiere decir encamizada de azul, y asi la denominan de el color de ella, por esto decían a ésta y al dios Tláloc señores del agua; pero en Tetzcuco y México era muy honrado Tláloc; y en Tlaxcalla, Matlalcueye.

Distribución de los sitios arqueológicos de La Matlalcueye (Montero, 2009). Distribución de los sitios arqueológicos de La Matlalcueye (Montero, 2009).

Distribución de los sitios arqueológicos de La Matlalcueye (Montero, 2009).

Este culto era tan relevante entre los indios a inicios de la Colonia que el mismo fray Martín de Valencia se vio obligado a actuar contra la idolatría en la montaña según lo refiere el mismo Torquemada en el Capítulo XI del Libro XX. Por su parte fray Toribio de Benavente o Motolinía en su Tratado I, capítulo X de la Historia de los Indios describe el ritual celebrado en la cumbre de la montaña:

Había en esta ciudad de Tlaxcalla, entre otras muchas fiestas, una al principal demonio que ellos adoraban, la cual se hacía en el principio del mes de marzo de cada año porque la que se hacía de cuatro en cuatro años, era la fiesta solemne para toda la provincia, más esta otra que se hacía llamábanla año de dios. Llegado el año levantábase el más antiguo ministro o Tlamacazque que en estas provincias de Tlaxcallan, Huexotzinco y Cholollan había, y predicaba y amonestaba a todos, y decíales: “Hijos míos: ya es llegado el año de nuestro dios y señor; esforzaos a servir y hacer penitencia: y el que se sintiese flaco para ello, sálgase dentro de los cinco días; y si se saliere a los diez y dejare la penitencia, será tenido por indigno de la casa de dios, y de la compaña de sus servidores, y será privado, y tomarle han todo cuanto tuviese en su casa”. Llegado el quinto día tornábase a levantar el mismo viejo en medio de todos los otros ministros, y decía: “¿Están aquí todos? Y respondían: Sí (O faltaban uno o dos, que pocas veces faltaban) Pues ahora todos de buen corazón comencemos la fiesta de nuestro señor”. Y luego iban todos a una gran sierra que está de esta ciudad cuatro leguas, y las dos de una trabajosa subida, y en lo alto, un poco antes de llegar a la cumbre, quedábanse allí todos orando, y el viejo subía arriba, donde estaba el templo de la diosa Matlaluege, y ofrecían allí unas piedras, que eran como género de esmeraldas, y plumas verdes grandes, de que se hacen buenos plumajes, y ofrecía mucho papel e incienso de la tierra, rogando por aquella ofrenda al señor su dios y a la diosa su mujer, que les diese esfuerzo para comenzar su ayuno y acabar con salud y fuerzas para hacer penitencia. Hecha esta oración volvíase para sus compañeros y todos juntos se volvían para la ciudad.

Del sitio (MA-01), tenemos una valiosa relación de Francisco Xavier Clavijero en su obra Historia Antigua de México respecto al ritual que ahí era efectuado.

24. Penitencia célebre de los Tlaxcaltecas. (Libro VI)

Era también muy celebrado en aquella tierra el ayuno de tlaxcaltecas y la penitencia de sus sacerdotes en el teoxíhuitl o año divino, en el cual hacían una solemnísima fiesta a su dios Camaxtle. Llegando el tiempo convocaba a todos los tlamacazques o penitentes su jefe conocido entre ellos con el nombre de achcauhtli, y les hacía una grave exhortación a la penitencia, intimándoles al mismo tiempo que el que no se sintiese con fuerzas suficientes para practicarla, avisase dentro de cinco días, porque si pasado ese término y comenzando una vez el ayuno flanqueba y se volvía atrás, sería tenido por indigno de la compañía de los dioses, sería privado del sacerdocio y despojado de toda su hacienda.

Pasados los cinco días que se concedían para deliberar, subida con todos los que se hallaban animados a la penitencia, que solían ser más de 200, al altísimo monte Matlacueye, en cuya cumbre había un santuario dedicado a la diosa del agua. El achcauhtli subía hasta la cumbre a hacer su oblación de piedras preciosas, de plumas bellas y de copal, y los demás quedaban a la mitad de la subida en oración, pidiendo a su dios fuerzas y aliento para la penitencia. Bajaban del monte y se hacían fabricar navajas de iztli y un gran número de varillas de diferente grosura... se hacían un agujero en la lengua para entrar por el las varillas que tenían preparadas.

Perfil poniente destacando la ubicación relativa de los sitios arqueológicos.

Perfil poniente destacando la ubicación relativa de los sitios arqueológicos.

Arqueoastronomía

Los trabajos arqueológicos recientes realizados por Artuto Montero y Tim Tucker apuntan a la arqueoastronomía. Ya con anterioridad Mari Carmen Serra Puche, había señalado la relación del sitio arqueológico de Xochitécatl con La Malinche como se ilustra más abajo. Entendemos que esta montaña funcionó como marcador calendárico de horizonte para diferentes sitios, culturas y tiempos. Si desea adentrarse más a este tema de los astros, los volcanes y los sitios arqueológicos visite nuestra liga sobre arqueoastronomía.

La Malinche alineada a la salida del Sol desde el sitio arqueológico Xochitecatl

La Malinche alineada a la salida del Sol desde el sitio arqueológico Xochitecatl
para el 29 de septiembre según Mari Carmen Serra Puche.