Cavernas Sacralizadas

Valle de Puebla - Tlaxcala

Introducción

Los abrigos rocosos y las cuevas son comunes en el Valle de Puebla-Tlaxcala, por una parte los afloramientos de calizas –en menor porcentaje– y por la otra el vulcanismo promueven una espeleogénesis específica de reducidos desarrollos subterráneos que en algunas ocasiones, por la presencia de rocas diaclasadas, permiten la emisión de manantiales. La existencia de manantiales da pie a una yuxtaposición simbólica de elementos religiosos que determinaron su uso ritual desde la época prehispánica y que ha trascendido hasta nuestros días con cultos comunales protagonizados por los “trabajadores del temporal” o “graniceros”.

Dentro del culto acuático existe una relación indivisible entre la cueva y la montaña: son una y la misma cosa. Constituyen un factor hidráulico muy importante en la cosmovisión mesoamericana. El templo mismo era considerado como un cerro sagrado que cubría las aguas subterráneas manifiestas a través de los manantiales y cuerpos de agua de las cuevas.

La cueva como escenario permite momentos de unión y polarización sicológica, que hace que cada individuo se sienta lleno de una fuerza colectiva que habitualmente no percibe, pero que encuentra en los sitios más oscuros, recónditos, inaccesibles y lejanos. Es así como la cueva activa las emociones y las dirige a la categoría afectiva con lo sobrenatural. Pero también es el terreno privilegiado para el trance extático, pues aquí radica la fuerza de la irracionalidad y del subconsciente, este es el lugar donde habita la energía de la naturaleza que consuma al chamán, o al sacerdote.

Explorando la región

Desde finales del siglo pasado he realizado varias temporadas de campo por la región recorriendo espacios naturales y visitando sitios arqueológicos. Tanto en el contexto rural de las montañas y las cavernas como en el urbano de los centros ceremoniales del pasado, he comprobado con asombro que muchos de estos lugares están representados fielmente en el Mapa de Cuauhtinchan II, un códice indígena del siglo XVI. Sin duda alguna su representación obedece a que eran espacios sacralizados, algo así como teatros de lo ritual –si se me permite tal expresión-, a cada uno le correspondía una escenografía distinta: para el urbano, el telón era la arquitectura; para el silvestre se ofrecía el relieve y la vegetación, donde la epifanía formal de la geografía revelaba los lugares predilectos del culto. Como en toda dramaturgia, la vestimenta y el comportamiento gestual así como el verbal eran determinantes. A la puesta en escena se añadían los adornos y la decoración que embellecían el foro donde se encuadraba el espectáculo de una elocución que escondía a un dios invisible. Los sitios arqueológicos con su arquitectura monumental por un lado, y por el otro las montañas y las cuevas, componían una atmósfera de efecto sinestésico en el que se conjugaban la proyección del recinto con los ídolos, las ofrendas, los cantos, las danzas, los atuendos, el sacrificio y toda la parafernalia necesaria para subrayar la integración de los actores con los espectadores en un espectáculo que sin duda conducía a la euforia y el esoterismo.

Para el caso de este ensayo en Internet, fijaré la atención en dos regiones del área:

1. El volcán La Malinche.

2. Santa María Oxtotipan.

Una cueva con modificación arquitectónica

Una cueva con modificación arquitectónica muestra en su interior un fardo funerario, acompaña a la composición la fecha calendárica Siete acatl.
El topónimo próximo nos hace suponer que se encuentra en los alrededores del poblado de Nopalucan, hoy estado de Puebla.

Cuevas en el volcán La Malinche

El topónimo de La Malinche representado en el Mapa de Cuauhtinchan II, muestra una cueva de portal escalonado en su ladera. La cueva guarda al interior un tlaquimilolli, y una mujer decapitada aparece en la entrada, de su cuello brota agua, por atrás de la cueva un camino procesional. Acompañan la alegoría un maguey con un cuchillo de pedernal en su centro, y en la parte superior derecha aparece también decapitado el dios Xipe Tótec.

Matlalcueye ueitepetl, nombre ancestral del volcán La Malinche, Mapa de Cuauhtinchan II.

Matlalcueye ueitepetl, nombre ancestral del volcán La Malinche, Mapa de Cuauhtinchan II.

La relevancia teológica de la cueva está ligada a la montaña en una composición simbólica que obliga a discernir cual de todas las cuevas que hemos registrado en las laderas del volcán La Malinche corresponde a esta representación. Tenemos indícios históricos que nos pueden apuntar a tal identificación, sucede que durante el siglo XVII una cueva del volcán La Malinche fue relavente durante el proceso que se siguió a Juan Coatl, un indígena idólatra otomí:

Juan Coatl […] sube a la dicha sierra y monte de Tlaxcala donde dicen tiene una cueva que está a un lado del nacimiento del agua que viene por Canoa […] y que hay dos cruces que sirven como de guía para ella, donde a la entrada de dicha cueva enciende las candelas y que en esto tiene algunos ídolos como son:

— una figura de indio pintada en lienzo y a los pies de ella unas indizuelas adorándola,

— y asimismo otra figura con su tilma y cara de indio con un báculo en la mano pintado asimismo en lienzo,

— y otros dos lienzos pintados: en el uno cuatro culebras y en el otro una culebra grande enroscada.

Se cogieron con otros ídolos y cantidad de ropa de Tlaxcala que es lo que se ofrecía en el santocalli de dicho Juan Coatl.

Que después en compañía de otros dos [...] se entraban en la cueva adentro con velas encendidas, cantidad de copal y que estaban un día y una noche en la cueva dando adoración a dichos ídolos [...] porque el dicho Juan Coatl les decía eran sus verdaderos dioses y los que les daban buena sementera y agua y los demás bienes que tenían, que en ellos habían de creer y en un ídolo que les mostraba, diciendo era su Virgen, que no creyesen al dios de los españoles ni en la Virgen Santísima; y que en las ocasiones que habían de ir, les mandaba ayunar, que era no llegar a sus mujeres…(Sempat y Martínez, 1991: 51 y ss).

El relato termina en tragedia, Juan Coatl, se ahorcó en prisión durante el proceso. Juan murió por vivir lucidamente lo inconciliable. Se quitó la vida como respuesta a la contradicción que se generó de su colaboración condicional frente a la prohibición que operaba con sus cultos ancestrales, había expuesto su territorio religioso al fuero secular y no estaba dispuesto a conducir a sus acusadores a la cueva de sus ídolos. Durante el trabajo etnológico que realicé en el año 2002, buscando algunas huellas de esas resistencias, preguntamos sobre lugares de culto en la montaña. Los informantes de la región aledaña al pueblo de Canoa externaron que había una cueva que llaman del Pillo, donde aún se realiza la petición de lluvia. La cueva se encuentra al interior de una cañada de grandes dimensiones, impresionantes riscos con cascadas y manantiales, es la cañada de Huetziatl, “Agua que cae”, huetzi, cae, atl agua. La información y el nombre de la cañada nos pareció sugestiva y con posibilidades de relacionarse con la crónica de 1665 de Juan Coatl. Hoy en día, los campesinos suben a la Cueva del Pillo, la visitan el 25 de diciembre y el 1 de enero, ascienden en la tarde y ahí pernoctan haciendo fiesta en donde nacen los manantiales, ahí ponen cruces, o en la cima donde tienen un San José para pedir un buen año. Cuando la sequía es mayor sacan en procesión por la montaña una imagen de la Virgen y otra de San Miguel del Milagro.

Ofrenda contemporánea al interior de la Cueva del Pillo en la cañada de Huetziatl.

Ofrenda contemporánea al interior de la Cueva del Pillo en la cañada de Huetziatl.

Contamos con otra posibilidad, se trata de la Cueva de Texcalco, registrada como MA-09 en 2004 para el Atlas Arqueológico de la Alta Montaña Mexicana. Esta cueva me parece más acorde con la del giflo escalonado del Mapa de Cuauhtinchan II, porque encontramos a su interior material arqueológico proveniente período Clásico, además de ofrendas contemporáneas, lo que nos da una utilidad ritual de al menos 1500 años, consideremos también la gran altura en que se encuentra 4185 m/nm, lo que le da una categoría liminar, y más aún su dominio del paisaje además de sus dimensiones. Según mi experiencia en la montaña no hay otra oquedad que reúna estás características.

Sello de la Inquisición Mexicana, siglo XVI.

Fotografía tomada desde el interior de la Cueva de Texcalco.
Sus dimensiones: altura máxima del techo 15m, alcance máximo de la línea de goteo al fondo 20 m, ancho 70 m.

La propuesta del maestro Tim Tucker de la Mesoamerican Research Foundation apunta a otra cueva. Para él, la representada en el Mapa de Cuauhtinchan II, es la que se encuentra al interior de la barranca La Calzada, en la ladera oriental a 3,260 m/nm. Su propuesta se sustenta en la correspondencia de la ladera con la perspectiva cartográfica del códice; y que el camino adyacente dibujado es la actual calzada que encontramos afuera de la cueva. La cueva está asociada a un complejo arquitectónico y ritual en el que se destacan los siguientes elementos, resultado de la investigación que realizamos para la Mesoamerican Research Foundation en el año 2005.

La cueva, en un principio pudo haber sido un abrigo rocoso con manantial que era reverenciado desde antes de la Conquista española por los habitantes del somonte; posteriormente con el incremento en la producción agrícola y la expoliación de la naturaleza durante el Virreinato, fue necesario un mayor abastecimiento de agua, lo cual obligó a la construcción de obras hidráulicas con muros, caños, cajas de agua, una represa y sobre todo la ampliación de la cueva para llegar al manto freático. Así se sucedieron las ampliaciones hasta convertirse en la cueva artificial que conocemos hoy en día. En tiempos recientes nuevas obras hidráulicas abastecen a las comunidades desde otros manantiales con mayor aporte como es el caso del cerro El Filete, sin embargo, aunque el flujo hidráulico de la cueva de La Calzada ha disminuido, prevalece la devoción como lo demuestra el adoratorio guadalupano con su cruz de agua. Es necesario mencionar que a la entrada de la cueva fue construido un muro que selló el acceso, desconocemos el motivo que los llevó a clausurar la cueva. Por otra parte, también se observa un portal de derrumbe, que obedece a un proceso graviclástico por el desplome de la ladera sobre la entrada de la cueva, este suceso posiblemente azolvó la presa y dejó en desuso el lugar.

La presa, al parecer construida para contener las aguas provenientes del manantial de la cueva. Actualmente, como ya se apuntó está azolvada. El único elemento ritual a considerar es la “cruz de agua” que se alza en su porción central.

Cueva de La Calzada (James Brady y colaboradores, 2005).

Cueva de La Calzada (James Brady y colaboradores, 2005).

La calzada, es el elemento arquitectónico que le da nombre a la barranca y a la cueva. Su trazo corresponde al drenaje de la cañada en donde se destaca una impresionante acumulación de trabajo con sus 70 metros de longitud y ocho de ancho, lo cual no sólo apunta a una necesidad de ingeniería hidráulica, sino también de índole reverencial al agua que por ahí corría. Entendemos este significado por la asociación que tiene la calzada con un nicho que la remata en su lado septentrional justamente por la mitad de su recorrido.

El nicho, es el espacio veneración que da continuidad a la reverencia que se hacía a la montaña, al agua y a la cueva desde tiempos remotos y que continúa durante el Virreinato. Esta es la evidencia de un culto de reemplazo de la Matlalcueye a una advocación de María Santísima. Así lo consideramos porque el remate del nicho en forma de concha es característico de la arquitectura del siglo XVIII, que colocaba en su interior representaciones marianas. Estos nichos de adoración eran comúnmente construidos junto a los caminos o donde estos se cruzaban; también eran construidos a las entradas o salidas de los pueblos, y funcionaban como capillas o lugares de devoción que se denominaban “humilladeros”.

Como ya se había apuntado, al exterior de la cueva tenemos un adoratorio guadalupano, esta construcción nos demuestra como una costumbre ritual que proviene de la antigüedad se actualiza con oficios que resultan de la tradición siguiendo simplemente la huella de la memoria ancestral. No importa que sus ceremonias nos parezcan de extraordinaria ambigüedad, el grupo campesino se entrega con toda honestidad a la oración en estos lugares para que caigan las lluvias, lo cual termina fortaleciendo su integridad social.

De esta manera, la arquitectura que apreciamos es el resultado de procesos pasados, y es condición también para procesos futuros. Las construcciones antiguas se tornan cualidades del lugar y expresan los contenidos de la evolución histórica que se ha sucedido en la apropiación de los recursos hidráulicos. Aquí encontramos un formidable acopio de trabajo que se manifiesta en la calzada con su nicho, en la ampliación de la cueva y su represa, en los acueductos y cajas de agua, en los muros de contención, y también en el adoratorio guadalupano. Toda esta obra hidráulica en un lugar tan apartado de los centros de población nos dice que el agua que de aquí fluye no es un líquido común, tiene algo que la hace diferente. ¿Acaso nos encontramos con un manantial de aguas reverénciales que desde antaño fue incorporado al discurso religioso? Mi propuesta es que la cueva de La Calzada, fue reverenciada no tanto por la cantidad sino por la calidad simbólica de su aporte hídrico, entendemos que en el lugar se sumaron indicadores significativos que hicieron de este espacio el más importante de la ladera oriental de la montaña, posiblemente fue su ubicación que permite ciertos alineamientos astronómicos come veremos más adelante.

Aún no podemos ofrecer una respuesta definitiva para señalar, cuál de las tres cuevas: El Pillo, Texcalco, o La Calzada, es la representada en el códice, este es un enigma al cual aún se enfrentan los arqueólogos, y que esperamos en pronto sea resuelto. Ahora pasemos a otra área relevante de cuevas rituales señalada por el Mapa de Cuauhtinchan II, se trata de la región de Santa María Oxtotipan.

Conjunto cavernario de Santa María Oxtotipan

En la sección central del Mapa de Cuauhtinchan II, reconocemos el pueblo de Santa María Oxtotipan. En la pictografía se observa una barranca de paredes rocosas, de la cual sale un torrente a manera de río. Esta representación corresponde geográficamente con la barranca que se encuentra inmediatamente al este de los actuales poblados de San Hipólito Xochiltenango y Santa María Oxtotipan, conocida hoy como Barranca del águila, la cual fue identificada en el Mapa de Cuauhtinchan II según Medina (2000) por Diana Zaragoza y Luis Reyes en 1977. Posteriormente, en 1979, Joaquín Galarza y Keiko Yoneda et. al. identifican esta misma barranca en el Mapa de Cuauhtinchan III, pero con el nombre de Teatlauco-ameyalli-atoyatl-atzicuini, de acuerdo con la interpretación fonética del topónimo "barranca de piedras, manantial, donde brota el agua, cascada". Con base en lo anterior, en 1996 Yoneda identifica planamente a la Barranca del águila en ambos mapas, y en el caso del Mapa de Cuauhtinchan III, le asigna también la interpretación fonética de Oztoticpac Teatlauhco Ameyalli Atoyatl Atzicuini, cuya traducción al español se lee como "sobre la cueva, en la barranca de piedras donde hay un manantial que brota como cascada" (Medina, ídem.).

Representación de Oxtotipan en el Mapa de Cuauhtinchan II.

Representación de Oxtotipan en el Mapa de Cuauhtinchan II.

La interpretación fonética de sus topónimos coincide perfectamente con la descripción geográfica que los náhuas dieron a este lugar, ya que mientras el actual poblado de Santa María Oxtotipan se encuentra asentado sobre varias cavidades naturales, la Barranca del Águila presenta paredes rocosas, numerosas cuevas, manantiales, pozas de agua, y dos cascadas con alturas de 20 y 30 m.

Aspecto de la Barranca del Águila explorada por Medina y Montero en 1996.

Aspecto de la Barranca del Águila explorada por Medina y Montero en 1996.

Aunque los afluentes primarios que corren por la barranca se originan en las faldas de La Malinche, el aporte hídrico que otorga el color azul-verde al agua corresponde a los manantiales que emergen dentro de la barranca. Cuando es tiempo de lluvias, las aguas se tornan de color café, pues se incrementan las aguas con sedimentos provenientes de la montaña. En la actualidad, la mancha urbana ha deteriorado este lugar de tal suerte que ahora corren aguas contaminadas y basura.

Haciendo una revisión espeleogenética del área considero que el proceso kárstico que permitió el desarrollo de las cavernas del “Conjunto Cavernario de Santa María Oxtotipan” y las “Cuevas de Acatzingo Viejo” obedecen a un desarrollo de cavidades freáticas, en donde las galerías observadas corresponden a las formas de conducción respecto a la acción de las aguas vadosas en la zona de aereación, en donde las aguas de infiltración son muy agresivas, y conforme tienden al nivel freático, disuelven y erosionan las paredes (cfr. Montero, 2000:8-9). De tal suerte que al descender el nivel freático como sucede en la región, estas galerías quedan secas, y en proceso de fosilización, dándose la actividad kárstica en capas más profundas, donde las aguas determinan una nueva formación subterránea. Consideramos que en la región hay dos capas de travertino: en el interior una de consistencia dura y por arriba de la primera una menos resistente; entre las dos se desliza la corriente principal de las aguas subterráneas.

Las cavernas que exploré en 1995 y 1996, para el proyecto de la Mesoamerican Research Foundation en Santa María Oxtotipan y Acatzingo Viejo, son fósiles. Encontramos gran cantidad de derrumbes en sus formaciones estalacmítitas, a tal grado que no se observó ninguna en su lugar original; respecto a estalagmatos, no se percibieron por la acción de azolves sobre los pisos, lo cual demuestra que no tuvo actividad reciente por cuerpos de agua, ni formas reconstructivas que correspondan a la reintegración del carbonato de calcio disuelto. Estos puntos sustentan el criterio de cavidades fósiles muy antiguas y con escasas huellas que definan se forma original ya sea por el paso del tiempo o por la actividad humana desde etapas muy tempranas.

En los pisos de la cavernas la presencia de clastos del tipo graviclásticos ilustran las formas de colapso (cfr. Montero, 2000:10) especialmente a la entrada a la manera de portales de hundimiento provocados por la interperización de la roca. Se observan derrumbes muy recientes e históricos y profundas grietas paralelas al frente de los cantiles que definen la meseta escalonada en Santa María Oxtotipan y la Barranca del Águila, esta geomorfología promete futuros derrumbes a considerar.

Se observa en el “Conjunto Cavernario de Santa María Oxtotipan” caudales de agua artificial sobre las espeluncas a partir de la extracción de agua por bombeo y su posterior canalización por galerías filtrantes, lo que sustenta el criterio de un nivel freático inferior, activo. Por otra parte las aguas que drenan por la Barranca del Águila, 100 m por debajo del nivel de las cavernas de Santa María Oxtotipan, confirman la existencia en este bloque calcáreo de una capa freática inferior muy activa con la presencia de aguas “crudas” esto es ricas en minerales, lo que determina su color azul-verdoso y la depositación en los drenajes artificiales y naturales de una pátina, característica de las aguas que disuelven químicamente los minerales de las rocas. Durante la prospección, no me fue posible apreciar las zonas de emergencia, que son los manantiales que contribuyen al afluente de la Barranca del Águila, pero por la transparencia, coloración y temperatura es obvio que estas aguas son de origen subterráneo y no corresponden a afluentes de superficie de origen pluvial.

Cavernario de Santa María Oztoctipac

Corte hipotético de la conformación kárstica del Conjunto Cavernario de Santa María Oztoctipac.

Respecto a las “Oquedades de la Barranca del Águila” estas son pequeñas formaciones subterráneas originadas por la erosión del caudal sobre las paredes de la barranca, a las que hoy se suman otros factores erosivos y agentes culturales.

Aspecto hipotético de conformación kárstica de la Barra del Águila.

Aspecto hipotético de conformación kárstica de la Barra del Águila.

El “Conjunto Cavernario de Santa María Oxtotipan” comprende más de 13 entradas, en algunos casos hay interconexión entre las cavidades, las cuales se desarrollan paralelas al cantil que delimita la meseta escalonada, de tal forma que las cavidades no se insertan al interior del macizo calcáreo por más de 30 m, no existiendo por lo tanto evidencia geológica que permita sustentar el criterio de formaciones subterráneas de origen natural por debajo del pueblo de Santa María Oxtotipan, o con desarrollo a otros puntos al interior del macizo, ya que el desarrollo de las fracturas en la roca es paralela al cantil, dándose el sentido de las galerías perpendicular a la entrada con desarrollos de hasta 100 m sobre esta trayectoria. Es así como diferentes cuevas se encuentran unidas por estrechos pasos. Una característica de estas cavidades es el fino polvo que se deposita en el piso producto de la descomposición de la caliza. El frente que conforman las 13 entradas tiene casi 1 km de largo, se ubica sobre los 2160 m/nm; la orientación del perfil es NW-SE.

Fotografía del Conjunto Cavernario de Santa María Oxtotipan.

Fotografía del Conjunto Cavernario de Santa María Oxtotipan.

Las “Cuevas de Acatzingo Viejo” son dos cavidades que al parecer pertenecen a un mismo cuerpo subterráneo, pero por la acción de un antiguo derrumbe y posteriormente por otros agentes erosivos y la actividad humana, hoy se presenta como dos formaciones distintas, una frente a la otra a no más de 20 m de distancia con una orientación N-S. En ambas cavidades se observa una gran actividad humana que ha borrado las huellas espeleogenéticas de las cavidades.

Por su parte, las “Oquedades de la Barranca del Águila” suman más de 100 orificios en una sola porción de casi 300 m de la barranca próxima al sitio arqueológico de San Hipólito. Es justamente esta porción la parte terminal de la barranca donde las aguas toman contacto con la planicie-agrícola. El valle del río está excavado a una profundidad de l00 m por debajo de la meseta, por su cauce drenan aguas de origen pluvial procedentes de afluentes del volcán la Malinche, pero el hecho más importante son las contribuciones hidráulicas de manantiales autóctonos que aportan aguas ricas en minerales por la disolución de rocas calizas, estas aguas se manifiestan por su color verde-azuloso como ya quedó apuntado. Respecto a las oquedades podemos decir que se encuentran a distintos niveles, muchas de ellas deben su origen a la erosión de las aguas sobre las paredes, pero creo que por su conformación muchas de ellas han sido alteradas por el trabajo humano para posiblemente ser utilizadas como sepulcros, no importando lo poco accesible que las mismas nos parezcan en la actualidad. Las paredes de la barranca representan riesgos por continuos derrumbes que hay que tomar en consideración.

Cantiles de la Barranca del Águila.

Un claro ejemplo de una cueva modificada en uno de los cantiles de la Barranca del Águila.

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